1.- Mis queridos catequistas aquí
reunidos: recibid mi más cordial y agradecido saludo. En vosotros se hacen presentes hoy para mí todos los
sacerdotes, todos los miembros de la Vida
Consagrada y todos los fieles laicos que ejercen el admirable ministerio de la
catequesis en la Iglesia de
Mérida-Badajoz. Me siento íntimamente unido a vosotros y os considero directa y
plenamente unidos a mí en la misión que me compete como Pastor de esta Iglesia de Mérida-Badajoz
2.- En este encuentro
diocesano conviene traer a la memoria algunas consideraciones en torno a la
misión del catequista.
El verdadero sujeto de la Catequesis es la Iglesia que, como
continuadora de la misión de Jesucristo Maestro, y animada por el Espíritu
Santo, ha sido enviada para ser maestra de la fe” (DGC. 78). La Catequesis es, pues, una
acción esencialmente eclesial. Por tanto, los
catequistas, actúan en nombre de la
Iglesia. Os felicito a todos por ello. ¿Cabe muestra mayor de la grandísima
confianza que ha puesto el Señor en
nosotros?
3.- Digo en nosotros
porque, al ser una acción esencialmente eclesial, los Obispos somos “los
primeros responsables de la catequesis,
los catequistas por excelencia” (CT. 63). De ahí que sea una indeclinable
responsabilidad de los Obispos en sus respectivas Diócesis ordenar la acción
catequética estableciendo el catecismo que debe utilizarse en cada nivel. Desde
hace mucho tiempo, es el conjunto de los Obispos el que prepara en la
Conferencia Episcopal Española los catecismos para cada nivel, y los presenta a
la Santa Sede para su reconocimiento.
Como colaboradores
directos del Obispo, “en relación con la
catequesis, el sacramento del Orden constituye a los Presbíteros en educadores de la fe” (DGC. 224). Por tanto, corresponde a los
sacerdotes, “como catequistas de
catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores
desvelos” (DGC. 225).
Los miembros de la Vida Consagrada y los fieles laicos que ejercen el ministerio de la
catequesis, “son hombres y mujeres que,
llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda
singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia”
(AG. 17).
4.- El Papa Francisco,
preocupado por aclarar que la catequesis no es una simple clase de doctrina cristiana,
dice: “El catequista es un cristiano que
lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda
su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros” (Homil. en Jornada
de Catequistas, Domingo 29 de Sept. de
2013). Y añade: “Ayudar a niños,
muchachos, jóvenes y adultos a conocer y amar cada vez más al Señor, es una de
las más bellas aventuras educativas que construye la Iglesia” (Discurso en
Congreso internacional sobre catequesis, 27 Sept. 2013). ¿Habrá, pues, tarea
más importante y más bella en favor de
las personas? ¿Hay un servicio que pueda incidir más en la liberación de los
niños y jóvenes, que viven tan sometidos
a las influencias esclavizantes de la cultura secular actual? Dar a conocer al
Señor y a cercar a él en la intimidad, es la raíz de la verdadera
espiritualidad capaz de renovar a las personas y, a través de ellas, renovar la
sociedad y el falseado mundo en que vivimos.
Llevar a las personas, en
sus distintas edades, al encuentro personal con Jesucristo, es el acto de
caridad más importante y urgente exigido por la fe en el amor que Dios nos
tiene y por el amor que debemos a Dios y a sus hijos por quienes dio la vida
Cristo Jesús.
5.- El encuentro personal
con Jesucristo tiene su primer momento en la escucha atenta de su palabra tal
como la santa Madre Iglesia nos la transmite. Esa palabra nos ayuda, en
cualquier edad, a conocernos a nosotros mismos, a descubrir la verdad de
nuestras intenciones y deseos. Como espada de doble filo, no deja sin descubrir
el fondo del propio corazón. Al mismo tiempo nos ayuda a descubrir en la
misericordia divina la fuerza que ha de llevarnos a la conversión. La
catequesis, transmisora de la palabra de Dios como enseñanza y como fuente de
vida, está, pues, en la raíz de la renovación de las personas y de la misma
sociedad. Por eso catequesis y evangelización han de ir siempre juntas como
necesarias para que todos puedan ver a
Jesús, contemplar su verdadero rostro, gozar de su dulzura y de su
misericordia. En ellas se descubre la magnitud de su amor. La catequesis es una
puerta que nos da acceso a la libertad, a la paz interior, a la felicidad que
da la esperanza en Aquel que vivió y murió por nosotros.
Escuchar la palabra de
Dios es una forma, la más importante, de corresponder al amor de Dios, habida
cuenta de que corresponder a su amor es
el acto de fidelidad más pleno y
necesario que debemos a nuestro Señor y
salvador.
6.- Queridos catequistas:
después de estas consideraciones, a las que nos lleva la palabra de Dios en
este encuentro diocesano, debe ser nuestro propósito mantener la confesión de
la fe y
trabajar con entusiasmo para que esa fe despierte en otros, y puedan
orientar su vida por el camino de la verdad, puesta su mirada en Dios y en la
Vida eterna.
¿Creéis, queridos
catequistas, que el mundo sería como es si descubriera la verdad del Amor de
Dios, de lo que Dios nos ofrece y de la ayuda que él mismo nos promete para
recorrer el camino de acercamiento a
él?. Es una verdadera pena que tantos jóvenes y adultos vivan ese mortal vacío
que les lleva a buscar exclusivamente en lo terreno, más experiencias de lo
mismo, teniendo que sufrir las consecuencias lastimosas de sus ciegas acciones?
7.- En este mundo lleno
de egoísmos, motivado por el beneficio personal sin pensar en el bien común, “ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se
atreviera alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que siendo
nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5, 7-8). Este es el mensaje que constituye el contenido
de la catequesis a la que debemos dedicarnos. Merece la pena todo esfuerzo para
ser buenos catequistas. Este ministerio es una verdadera vocación en la
Iglesia. Jesucristo nos ha llamado como llamó a Leví cuando estaba dedicado a
cobrar contribuciones.
Mediante la acción
catequética debemos ayudar a que los niños, los jóvenes y los adultos descubran
que “la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos” (Sal.
18). Nada tienen que ver con leyes desconsideradas que recortan la libertad de
los cristianos.
8.- Pidamos a la
Santísima Virgen que nos ayude a decir “sí” al Señor en la Iglesia para
obedecer, del mejor modo posible, la llamada de Dios a ser catequistas en este
tiempo y en nuestro mundo.
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