¿Te lo has planteado?


Carta a los jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de oración por las vocaciones

Queridos jóvenes, muchachos y muchachas:

De nuevo estoy con vosotros. Otra vez os escribo puesto que no puedo hablaros directamente. En esta ocasión comienzo lanzándoos una pregunta que quizá no os esperabais. Figura como título de esta carta.

Estoy convencido de que esta pregunta, referida a la vocación religiosa, resultará bastante extraña a muchos. A otros, escuchándola del Arzobispo, de un sacerdote, de un religioso o religiosa, o de algún seglar consagrado, puede sonarles incluso a proselitismo trasnochado. Puede que esta pregunta sea considerada, en general, como bastante ingenua o muy atrevida. Soy consciente de ello. Pero, a pesar de todo, la hago e insisto en ella. Estoy convencido de que, hablándoos así, os presto un servicio útil, aunque no sepa ni a quienes ni a cuantos pueda ayudarles en verdad.

No os lanzo esta pregunta sintiéndome obligado por ningún imperativo eclesiástico. Me mueve a haceros esta pregunta la experiencia de que muchos jóvenes, con grandes posibilidades de vivir profundamente y de encauzar su vida en la consagración íntegra y plena a Dios, no han recibido ni siquiera una invitación para ello. Sólo Dios sabe cual era su camino, y si, haberles hecho a tiempo este planteamiento, hubiera sido nuestro mejor servicio a su verdadera realización como personas y como cristianos. Pero, está muy claro que la pregunta no desorienta. Con ella no perdemos nada. En cambio, la falta de planteamientos puede llevar a la desorientación y a equivocaciones que, pasado el tiempo, quizás no tengan solución.

Me parecería verdaderamente equivocado preguntar a los jóvenes en general si tiene vocación religiosa. Dios no llama a todos a vivir de la misma forma. En ocasiones resulta difícil sospechar a quienes llama el Señor para encauzar la vida por un camino u otro, como sacerdote, como religioso o religiosa, o como seglar consagrado o consagrada, etc. Los planes de Dios resultan, con frecuencia, sorprendentes.

Quienes tenemos la responsabilidad educativa y pastoral debemos observaros, con todo respeto, queridos jóvenes con quienes nos relacionamos; es nuestro deber pensar en la forma de ser de cada uno, interesarnos limpia y generosamente por vuestra vida, intentar con prudencia averiguar cual podría ser vuestro camino personal, y procurar que abráis los oídos del alma a la vocación de Dios.

El Señor puede llamaros en cualquier situación para emprender un camino determinado, tanto si ya se imaginaba, como si ni siquiera lo había sospechado nadie. Sería lamentable, pues, que, por miedo a que nos deis una respuesta chocante, o por no haber visto con claridad vuestra posible orientación desde el primer momento, dejáramos de invitaros a un planteamiento serio acerca de la orientación que debe tomar la vida de cada uno.

Por todo ello, queridos jóvenes, y puesto que, aunque no haya tenido una relación personal con vosotros, sé que vuestra paz interior y vuestra felicidad a corto plazo tienen mucho que ver con que os hagáis estas preguntas valientes, atrevidas y necesarias, me decido a escribiros de este modo. Confío en que, con la ayuda de vuestros sacerdotes, de vuestros catequistas y también, quizás, de otros educadores vuestros, seréis capaces de entender la importancia que tiene plantearos vuestro futuro dando a Dios una respuesta sensata, bien pensada, lo más acertada posible y, en cualquier caso, valiente, a la hora de encauzar vuestra vida según su llamada.

Es muy arriesgado abandonarse a los acontecimientos de cada día, esperando que el tiempo y las circunstancias manifestarán el camino a seguir. Como es una equivocación pensar que todos tienen vocación al matrimonio mientras no se demuestre lo contrario. Verdaderamente, Dios puede valerse de cualquier cosa para daros a conocer el rumbo de vuestra vida según su voluntad. Pero también es cierto que nos ha creado inteligentes y libres para que procuremos construir nuestra vida sin dejarnos llevar por los hechos consumados, y sin vernos abocados a lamentar un error importante o un retraso innecesario por haber llegado tarde a pensar y a tomar una decisión.

Queridos jóvenes: quien más interés tiene por vuestra plenitud y por vuestra felicidad, es Dios. Él nos ha creado, ha entregado su propia vida para librarnos de la esclavitud espiritual que lleva consigo el pecado, se ha quedado en su Iglesia para salir al paso de nuestras necesidades obrando a favor nuestro en los Sacramentos, especialmente en la Penitencia y en la Eucaristía. El Señor nos aconseja repetidas veces en el Evangelio que recurramos a Él en cualquier trance, con la certeza de ser escuchados y atendidos.

Tened presente que lo más importante es acertar en la orientación de la propia vida. Sed valientes y pedidle a Dios que os manifieste el camino que debéis seguir. Su inteligencia y su amor infinitos dan garantía de que os dará la respuesta mejor y la ayuda más oportuna y valiosa para emprender el camino acertado.
En el matrimonio o fuera de él, en la vida religiosa o en el apostolado seglar, desempeñando una función pública o colaborando internamente en la Iglesia, etc., puede haber puesto el Señor vuestra plenitud. Sólo Dios lo sabe. Pedidle con insistencia que os lo manifieste.

Tened muy claro que Dios respetará vuestra decisión. Él no se impone sino que se ofrece. No nos obliga a seguir su camino sino que nos invita a seguirlo con toda libertad. Lo que ocurre es que, en muchas ocasiones, los que reducen la libertad ante determinadas decisiones son el ambiente, las tentaciones, las propias debilidades, etc. La educación y la predicación de la palabra de Dios no reducen la libertad, sino que la encauzan y la acrecientan.

No dejéis de encauzar a tiempo vuestros años hacia la realización del plan que Dios tiene para el bien de cada uno. Vale la pena todo esfuerzo. Que no os frene el miedo, ni el interés de tener otras experiencias que el ambiente os presenta como normales, como generales y hasta como necesarias para estar a tono con los tiempos. Sabed que lanzaros a todas esas experiencias no os garantiza ser más avanzados, ni más experimentados, ni más hombres o mujeres, ni más modernos, ni más acordes con el verdadero progreso. De hecho, vosotros mismos sabéis que, a causa de muchas de esas experiencias, perdéis la paz del alma y vivís insatisfechos. Progresan más quienes obran de acuerdo con la verdad, y quienes buscan el bien como el objetivo primordial para sí mismos y para los demás. Quien más sabe de eso es Dios. Por eso hay que ponerse en sus manos. Pensadlo.

Hay muchas vidas vacías cuyo peso resulta insoportable para quienes así se encuentran. Es tan dura la situación de no haber dado a tiempo con la orientación más acertada de la propia existencia, que muchos de los que atraviesan esa situación se ven abocados a la tristeza, a la pérdida de la autoestima, a la decepción respecto de sus propias posibilidades, a la búsqueda ansiosa de nuevas y más fuertes experiencias sensibles, materiales e inmediatas, a las que tientan el ambiente y la presión social. Esperan encontrar en ellas lo que ninguna puede dar. Al final del camino, se vuelven a encontrar con la decepción. Y, cada vez que pasa más tiempo, resulta más difícil reconducir los pasos por el camino adecuado. No extrañe que lleguen situaciones depresivas a causa de ello.

¿Os habéis planteado esto seriamente? Estáis a tiempo. Pensadlo sin agobios, sin obsesiones, si prejuicios, sin pereza, con libertad, desafiando el ambiente y las circunstancias adversas. Dios puede más que todo y que todos. Poneos de su parte y Él os ayudará a lograr y disfrutar en vuestra vida la mejor suerte. Sea cual sea la forma como Dios os invite a vivir, esa será la vuestra, la de cada uno. La vocación es personal. El Señor la dirige personalmente a cada uno.

Sed valientes y confiad en el Señor. La vida vale la pena, y sería una lástima no sacarle todo el fruto posible. Y que conste que, como dijo el recordado Papa Juan Pablo II, se puede ser cristiano y moderno al mismo tiempo

Queridos jóvenes: soy consciente de que estos planteamientos encierran dificultad. Por eso os encomiendo al Señor cada día.

Un cordial abrazo de vuestro obispo y amigo.

+ Santiago

¡CAMINA, JOVEN! ES TU VOCACIÓN

Cuando abras este cuaderno te habrás metido ya en la peregrinación de jóvenes a Guadalupe. ¡Qué buen signo de tu vida es el camino!

El joven es, por esencia, peregrino. Quiere avanzar en la vida; desea progresar en todo lo que considera bueno o provechoso para sí mismo; pretende abrir su vida, en cada momento, a mayor goce y a más amplia libertad; no se conforma con las vivencias de su infancia, ni acepta que su futuro coincida, sin más, con los ideales y conquistas de los mayores.

Podríamos decir que el joven necesita ser él mismo; y, para eso, anhela construir su vida con verdadera creatividad.

¡Enhorabuena por ello, queridos jóvenes! Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza. Y si Él es creador, nosotros debemos ser, cuanto menos, creativos.

Sin embargo, en esta peregrinación, signo de nuestra vida como cristianos y como jóvenes, tenemos un lema, una consigna, formulada con las palabras que la Santísima Virgen dirigió al Ángel cuando éste le anunciaba los planes de Dios sobre ella: “Hágase en mí según tu palabra” Expresión que, a simple vista, parece que cierra el camino a toda creatividad. Pero no es así, ni mucho menos, sino todo lo contrario.

María era, entonces, una joven muchacha plenamente normal. Es de suponer que el Señor no elegiría a una mojigata, a una aburrida, o a una chica sin personalidad, para que fuera su Madre. La gracia de Dios, de la que estaba llena desde su concepción, no destruía su naturaleza juvenil. Siendo esto así cabe que nos preguntemos: ¿cómo es que la Virgen María no se manifestó, pues, inconformista, rebelde, o como quien oye y observa en silencio para tomar una decisión original y propia, sin limitarse ha cumplir la voluntad de otro?

La respuesta es muy sencilla. No es más creativo quien más inventa, o quien desprecia o desoye cuanto le llega de fuera de sí mismo, sino quien es capaz de buscar y descubrir la verdad; quien, siguiendo la luz de la verdad, intenta construir su vida en el amor, en la justicia y en la auténtica libertad; y quien, para alcanzar todo ello, sabe escuchar y aprender de quienes merecen toda garantía y credibilidad. Esto es, precisamente, lo que hizo la joven María cuando pronunció ante el enviado de Dios estas palabras tan bellas y tan sorprendentes a la vez: “Hágase en mí según tu palabra”.

Lo que la Virgen María hizo en ese momento fue reconocer que Dios sabía más que ella; que Dios la quería más que ella era capaz de quererse a sí misma; y que Dios le proponía un camino claramente ambicioso y siempre nuevo: el camino de la colaboración con el Señor en la renovación de la humanidad.
Ofreciéndose a ser la Madre de Dios en la tierra, contribuyó a que el Señor compartiera con nosotros la misma historia, a que estuviera perceptiblemente cerca de la humanidad, y a que pudiera llevar a cabo la ingente obra de la redención en favor de los hombres y mujeres de todos los tiempos.

El ejemplo de la Virgen María supone una bellísima enseñanza para vivir la juventud a tope, para ser creativos, para avanzar en la vida por los caminos del progreso más acertado y constructivo.

María es maestra de juventud, ejemplo de inteligencia y sensatez, y clara muestra de lo que significa vivir en la más envidiable libertad.

Queridos jóvenes: lanzaos a caminar. Recorred la senda del Evangelio con gran ilusión, como peregrinos hacia la cumbre de la vida. Tenemos como referencia el maravilloso ejemplo de la Santísima Virgen.. Su preciosa experiencia de vida, siguiendo la llamada del Señor a través del Ángel, nos deja un camino abierto que se orienta hacia el horizonte apasionante de la plenitud en la tierra y de la eternidad feliz en el Cielo.

Caminad, queridos muchachos y muchachas, e invitad a caminar a vuestros compañeros. Ya conocéis el camino. Procurad que los demás no se pierdan.

Un abrazo del Arzobispo, vuestro amigo y compañero en esta peregrinación que es la vida.

Santiago. Arzobispo de Mérida-Badajoz