Los monjes y monjas, signo profético


Carta a los fieles de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz con motivo de la Jornada Pro Orantibus

Mis queridos sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares: [...]

En la Fiesta de la Santísima Trinidad, la Santa Madre Iglesia nos invita cada año a fijarnos en la dedicación de los varones y de las mujeres que consagran su vida a la contemplación de los misterios del Señor, desde la clausura, sumidos en el silencio meditativo y en la oración que acompaña al trabajo cotidiano con el que proveen a su propio sustento.

La estructura y vida de los monasterios, en contraste con el ajetreo propio del mundo exterior, es un remanso de paz. Allí todo queda supeditado a la alabanza divina y al cultivo de la vida sobrenatural. Frecuentemente suscitan cierta curiosidad, e incluso el deseo de penetrar en su interior hasta conocer directamente la vida que transcurre dentro de sus muros.

Muy lejos de toda cobardía ante el mundo, y de cualquier forma de comodidad que pretenda escapar de las preocupaciones familiares y sociales, la vida monacal está tejida con los fuertes hilos de la ascesis personal y del rigor en la disciplina individual y extrema. Ambas actitudes y comportamientos, asumidos desde el principio, contribuyen sustancialmente a la convivencia comunitaria y a la fidelidad vocacional.

Por todo ello, si esta peculiar forma de vida cristiana es observada y valorada desde afuera y desde las categorías del bienestar y de la atención preferente a lo inmediato y placentero, es muy posible que no se la entienda, y que se la considere anacrónica o carente de sentido. No extrañe, pues, que muchos aboguen, desde esa errónea perspectiva, por una urgente modernización de la vida monacal acercándola, progresivamente, cuanto menos, a los estilos de quienes viven su consagración en medio del mundo, como es el caso de muchos religiosos y religiosas y de muchos seglares pertenecientes a Institutos de vida consagrada o asociaciones de vida apostólica.

El avance y la correcta modernización de la vida monacal no se consiguen reduciendo o suprimiendo las exigencias propias de la clausura, del silencio, del tiempo dedicado a la meditación y a la oración, a la propia formación y al trabajo realizado en la clausura. La actualización de los monasterios y de la vida de las comunidades que los habitan debe centrarse, por una parte, en el debido acontecimiento de los lugares de Culto sagrado, de trabajo, de los espacios de encuentro comunitario, de descanso y de expansión tan necesarios para la convivencia comunitaria, y para el equilibrio psicológico y espiritual de sus miembros. [...]

La vida de los monjes y de las monjas debe de ser un especial signo profético del valor de la trascendencia y de la necesidad que el mundo tiene de silencio y de reflexión, de poner la mirada en Cristo nuestro Señor y Salvador, y de lo importantes que son para la vida de la iglesia, la oración, la contemplación, la dimensión comunitaria, la ascesis y, sobre todo, la celebración reposada e interiormente participada de los Misterios del Señor.

En esta Jornada tan eclesial, dedicada a los miembros de las comunidades monacales, debemos pedir al Señor que ayude a sus miembros a velar por el mantenimiento y promoción de los valores y estilos que configuran, desde su fundación, el perfil propio de cada monasterio. Que sus dirigentes y asesores no confundan el progreso y actualización de los monasterios, con la difuminación de sus características fundamentales y de las tradiciones que arropan el desarrollo vocacional de sus miembros. Manteniéndose claramente en ello no se alejan del mundo en el que viven, ni lo desprecian como si en él no reconocieran más que peligros y males. Por el contrario, siendo fieles a su propia identidad y manteniendo las formas y quehaceres que les caracterizan, cultivan y potencian el clima y los medios necesarios para ser, en medio del mundo, espacios de intensa dedicación al Señor. Así pueden acudir a ellos, confiando plenamente en su competencia, los que buscan una certera orientación en el camino del Señor, y quienes necesitan el apoyo de la oración y la luz de un consejo fruto de la experiencia de Dios lograda en el silencio meditativo y en la unión mística con Él, cultivada en la Eucaristía, en la contemplación y en la oración constante.

Queridos hermanos y hermanas; es muy importante que descubramos el lugar insustituible que tienen en la Iglesia las Comunidades de vida contemplativa, y la responsabilidad que nos compete en su defensa y promoción. Debemos tomar especial conciencia de ello, precisamente en estos tiempos en que se unen la influencia de corrientes laicistas y secularizantes, y la escasez de vocaciones a la vida consagrada. El Santo concilio Vaticano II nos ayuda a ello recordándonos que "los Institutos de vida contemplativa, por sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, tienen importancia máxima en la conversión de las almas, siendo Dios mismo quien, por la oración, envía obreros a su mies, abre las mentes de los no cristianos para escuchar el Evangelio y fecunda la palabra de Salvación en sus corazones". (SG.40).

Oremos todos, pues para que el Señor bendiga los monasterios de clausura, para que despierte los corazones de quienes Él llama a la Vida monástica, para que acreciente en todos nosotros el aprecio y la defensa de la Vida contemplativa y nos haga sensibles ante la rica aportación que ofrecen a la gran tarea de la expansión del Reino de Dios. [...]

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