HOMILÍA EN EL DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA, 2013


Mis queridos hermanos sacerdotes concelebrantes y diácono asistente,
queridos hermanos miembros de la Vida Consagrada y seglares todos:

1.- En el primer domingo de Cuaresma, tiempo de conversión, la Santa Madre Iglesia nos pone ante el origen del pecado que es la tentación diabólica. Nos Advierte también de que, como Jesucristo, sin dejar de ser Dios es también verdadero hombre, sufrió la tentación como todos nosotros. La Iglesia, al comenzar la Cuaresma nos muestra, a la vez, la preciosa lección que nos da Jesucristo para que seamos capaces de conocer bien la malicia de las tentaciones y para saber enfrentarnos con ellas y vencerlas.
2.- Es oportuno que recordemos la historia del pecado en la humanidad. Ello n os muestra las constantes de la tentación y del pecado a lo largo de la historia.
El pecado de Adán y Eva fue, en resumen, el mismo que hoy está caracterizando al hombre que vive embaucado por la cultura laicista. El hombre sometido por la cultura dominante no admite a nadie por encima de él. Y, si se le dice que Dios establece los principios y normas para vivir sobre la tierra y para encontrar sentido a cuanto acontece, el hombre intenta prescindir de él llevado por sus ansias de estar por encima de todos y de todo. Las ambiciones de los hombres y mujeres tienen su horizonte en la plena autonomía, en ser la referencia exclusiva de lo que es bueno y de lo que es malo, en ser el único que pueda decidir sobre sus acciones o establecer los criterios que deben regirlas. El hombre desea actuar como si no hubiera sido creado por Dios.
Esta forma de pensar no es nueva, porque al diablo no le interesa que el hombre tenga en cuenta a Dios. Prefiere que le dé la espalda. Por eso, el diablo tentó a Adán y Eva en su punto flaco, en su debilidad vivida por ellos como si fuera la raíz de su fortaleza. Siempre la mentira o las vanas ilusiones en la raíz de la tentación. El Diablo incitó a Adán y Eva a comer el fruto del árbol prohibido. Les engañó con estas palabras: “Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal” (Gn 3, 5).
La divina revelación se encarga de manifestarnos el gravísimo error de querer suplantar a Dios. Por eso nos dice en el libro del Génesis: “Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron” (Gn 3, 7). La Palabra de Dios nos da a entender la gran mentira con que el Diablo les había arrastrado al pecado. Al dejarse llevar por la tentación, Adán y Eva se avergonzaron de sí mismos. Se dieron cuenta de que estaban desnudos. A partir de ese momento, no se pudieron dar cuenta de que no podían ser la referencia del bien y del mal, sino que, engañados por el diablo, se veían dominados por el mal del que no podían salir airosos por sí mismos. Tuvieron que ocultarse hasta de sí mismos.
3.- Junto a este hecho, que estigmatizó a la humanidad entera porque todos nacemos con el pecado original, la palabra de Dios nos presenta hoy las tentaciones de Jesucristo y nos enseña cómo actuó el Señor ante ellas.
Jesucristo pone siempre a Dios, su palabra y su voluntad por delante y por encima de todo. El relato evangélico es muy claro y aleccionador.
4.- El diablo pide a Jesús que cambie la naturaleza y la finalidad de las cosas que Dios les dio al crearlas. Y tienta a Jesucristo aludiendo al poder propio de su condición de Hijo de Dios. El diablo nos muestra cómo al hombre siempre se le puede tentar provocando su amor propio en el momento oportuno. Sobre todo, si vive entonces un momento de gran necesidad. De hecho, Jesucristo había ayunado cuarenta días y cuarenta noches y, lógicamente sentía el hambre. En esas circunstancias le dijo el diablo: “si eres Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan” (Mt 4, 3). Traducido al lenguaje popular podría transcribirse así: ¿No dices que eres Hijo de Dios? Si eso es verdad, qué sentido tiene que estés pasando hambre. ¿No ha puesto Dios la creación en tus manos? Pues utilízala convirtiendo estas piedras en el alimento que, en justicia, necesitas.
Esta tentación la sufre la humanidad desde siempre. Y ha llegado a convertirse en criterio de nuestra cultura secularizada, hedonista, pragmática y materialista, en la que el hombre se pone como centro de todo y como criterio absoluto de discernimiento y de toda razón. Porque el hombree se cree así, va cambiando su relación con lo creado sin respetar la identidad que la creación ha recibido de Dios creador, sino según el provecho propio que le piden los instintos o los intereses no siempre reconocidos. Con ese criterio el cuerpo deja de ser templo del Espíritu Santo e instrumento para el propio desarrollo y santificación, y pasa a ser puro instrumento de placer, en cualquiera de sus aspectos y dimensiones, y criterio para la utilización de todo y de todos y de todo lo que cae bajo su dominio.
La respuesta de Jesucristo al diablo es muy clara: recuerda a la mente retorcida de Satanás, que la referencia original y definitiva de todo es Dios. Y, como el diablo disfraza su tentación incluso con interpretaciones erróneas pero aparentemente válidas de la palabra de Dios, le dice: “Está escrito, no solo de pan vive el hombre” (Mt 4, 4).
5.- La segunda tentación pretende cambiar el sentido y la función del espíritu humano, creado por Dios para conducir al hombre por el camino de la Verdad y del bien. El espíritu, la conciencia, la inteligencia del hombre es don de Dios para crecer en fidelidad a Dios sin doblar la rodilla ante nadie fuera del Señor. Para un verdadero discípulo de Jesucristo es impensable doblar la rodilla ante nadie: ante el dinero, ante el poder, ante la fama, ante el brillo social. Y el diablo se atrevió a pedir a Jesucristo que se arrodillara ante él; a cambio, le concedería todos los reinos del mundo. ¡Cuántos doblan la rodilla ante la mentira y ante la corrupción para satisfacer sus deseos!
Además de tener en cuenta que toda tentación diabólica está construida sobre la mentira, hay que escuchar la respuesta de Jesús: “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto” (Mt 4, 8).
6.- Finalmente el diablo le tienta en el punto débil de los hombres fuertes: la temeridad, el riesgo, el atrevimiento confiando en sus propios recursos y en la trampa. Por eso fracasan, pronto o tarde y quedan sumidos en su propia imprudencia. Dice el diablo a Jesús: “si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti” (Mt 4, 9-10). La respuesta de Jesús, una vez más, es lección definitiva para la vida humana y sobrenatural: “está mandado, no tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4, 12). No podemos poner a Dios a nuestro servicio. No podemos utilizar la oración para lograr irresponsablemente lo que no hemos podemos alcanzar por no haber dedicado todo nuestro esfuerzo. No podemos convertir la fe y la relación con Dios en una especie de magia religiosa para conseguir nuestro interés a cambio de ritos, como si Dios respaldara la superstición.
7.- La oración con que hemos comenzado la santa Misa ha sido una súplica al Señor para que nos ayude a avanzar en la inteligencia, en el conocimiento del misterio de Cristo, de su enseñanza, de su obra en nosotros y en favor nuestro. Pidámosle que nos ayude siempre a no confundir nuestras equivocadas ocurrencias con la palabra de Dios.
QUE ASÍ SEA 

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