HOMILÍA EN EL ENCUENTRO DE COFRADÍAS Y HERMANDADES

Domingo, 12 de Febrero de 2012


Queridos Sacerdotes concelebrantes,

Queridos miembros de las Cofradías y Hermandades de nuestra archidiócesis,

Hermanas y hermanos todos que nos acompañáis participando en esta solemne celebración.

1.- No cabe duda de que vivimos tiempos difíciles. Junto a la dura crisis económica, atravesamos una crisis de valores en que las virtudes evangélicas parecen escasear. No desciendo ni siquiera a enumerar las distintas manifestaciones de esta crisis profunda. De ello se encargan diariamente, e incluso varias veces en la misma jornada, los medios de comunicación social. Pero queda claro que atravesamos una verdadera crisis de la persona. Esta crisis espiritual, cultural y religiosa, es anterior a las manifestaciones económicas; es causa de ella en buena parte; y permanecerá, seguramente, cuando ésta comience a superarse.

Esto nos hace pensar y temer que la crisis económicas no acabará de superarse plenamente mientras no haya un verdadero espíritu de conversión y mientras no se dé a las virtudes cristianas y a los valores humanos la importancia que tienes en todos los ámbitos de la existencia humana.

Mientras estén presentes, de un modo bastante extendido en nuestra sociedad, la mentira, la extorsión, la violencia de guante blanco, al servicio preferencial a los propios intereses, y la cesión a las propias satisfacciones principalmente materiales, etc., será muy difícil que abunde la transparencia, la justicia, el espíritu de servicio, el respeto a la vida, al bien común y la necesaria atención a los más desposeídos. Mientras perduren los pecados que acabo de referir, y mientras haya gentes que defiendan un concepto de libertad basado en ese pernicioso sujetivismo que consiste en considerar bueno o malo aquello que me gusta o que me molesta, sin más referencia, serán imposibles la justicia, la transparencia, la equidad, y la justicia social. Y, en consecuencia, aquello que depende de una recta conducta humana estará en crisis en la sociedad.

2.- ¿A qué viene todo esto? Pues muy sencillo. Estoy convencido de que os parece lógico que debemos desterrar las intenciones y las conductas que degradan los comportamientos familiares, institucionales y sociales, y que motivan, a su vez, las injusticias y los desórdenes que presenciamos y sufrimos. Tan cierto es lo que digo, que tanto los medios de comunicación social, como las conversaciones particulares, tienen un denominador común que es la crítica, a veces despiadada, a los autores de esos desmanes. Parce que se les quisiera sacar de esta sociedad, y que los poderes judiciales fueran duros en una dura aplicación de los castigos que merecen.

Es necesario que los cristianos saquemos aplicaciones a nuestra vida. Es necesario que busquemos, por todos los medios, salir del juego de intereses e injusticias que causan el deterioro de la imagen de la Iglesia, y el consiguiente alejamiento de quienes constatan en los cristianos esas conductas incorrectas.

La crítica de los comportamientos incorrectos cobra un relieve especial cuando esos comportamientos se constatan en miembros destacados de la Iglesia. En eso son implacables incluso los mismos cristianos. Mi pregunta, ahora, en orden a aplicar a nuestra vida la palabra que Dios nos dirige hoy, es ésta: ¿Nos hemos dado cuenta de que las Cofradías son instituciones eclesiales, y que los cofrades aparecen ante la sociedad como quienes están más comprometidos en el cumplimiento de las virtudes humanas y cristianas?

3.- Pues a todos nosotros, cristianos, y, de un modo especial a vosotros los cofrades, va dirigida esta palabra de Dios. Nos la transmite S. Pablo en la segunda lectura que acabamos de escuchar. Dice: “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No seáis motivo de escándalo ni a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios” (1 Cor. 10. 31).

Ha llegado un momento en la vida social, y también en la vida eclesial, en que todo se sabe, Y si el pecado siempre es malo, comienza a ser peor cuando causa escándalo. Y sabéis muy bien que abundan las críticas a la Iglesia, porque se conocen los malos ejemplos de muchos cristianos. Unas críticas están motivadas por los defectos de los cristianos, y otras, nacen a las actitudes adversas contra la Iglesia de Jesucristo por parte de quienes, por una razón o por otra, quisieran que desapareciera.

4.- Es necesario que tomemos una actitud exigente con nosotros mismos y con nuestras instituciones eclesiales; y que procuremos purificarlas de los males que les aquejan. Males que se deben a nuestra falta de respeto a Dios y a la Iglesia de Dios. Esto, dicho así, puede que resulte algo duro a los oídos de muchos. Sin embargo es totalmente verdad. Eso es, en definitiva, el pecado.

Desde estas consideraciones, el Evangelio de hoy nos invita a reconocer nuestras pequeñas o grandes lepras que entorpecen la imagen, que deterioran el organismo y que pueden contagiar nuestro alrededor. Esas son las consecuencias del escándalo. Y podemos escandalizar cuando nuestra conducta no es acorde con nuestra condición de hijos de Dios y, además, cofrades.

Sabéis que lo que digo es verdad. Otra cosa es que resulte duro escucharlo. Pero no olvidemos que, con estas reflexiones y exigencias, no hacemos una cosa distinta de la que estamos exigiendo a quienes pìllamos en falta en cualquier campo de la vida social; sobre todo, si nos toca directamente.

5.- Demos gracias a Dios porque no solo nos enseña el horizonte de verdad y de bien al que debemos orientar nuestras intenciones y nuestros actos, sino que, al mismo tiempo, sale al paso de nuestras debilidades ayudándonos a avanzar con sinceridad, con honestidad, con esperanza, y con la constancia, sin la cual no podemos llegar al final del camino. Esta ayuda nos llega, sobre todo en la Eucaristía. En este sacramento, Jesucristo en persona se nos da como alimento para el camino.

Pidamos a la Santísima Virgen María, a quien todas la Cofradías y Hermandades tenéis presente en vuestros pasos y devociones, que nos ayude a ser fieles al Señor como ella; y a ser, también como ella, ejemplo edificante para los demás.

QUE ASÍ SEA

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