HOMILÍA EN EL ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN DE LA CONCATEDRAL


Concatedral, viernes 8 de junio

Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes y diácono asistente,
Queridos fieles cristianos, miembros de la Vida consagrada y seglares:

2. La celebración anual de la Consagración de la Concatedral, constituye una verdadera gracia del Señor. Al escuchar la palabra de Dios, renovamos la conciencia de que el Señor ha querido permanecer entre nosotros, y ha procurado los signos de su presencia para facilitar nuestra fe:
·         El templo es la casa de Dios con los hombres.
·         El altar que preside el templo, es signo de Cristo, piedra angular del edificio que es la Iglesia.
·         El mismo altar significa el Calvario donde Jesucristo fue crucificado y ofreció su vida al Padre como propiciación por nuestros pecados. Podemos decir que el Altar, como el Calvario es la cuna de la nueva humanidad.
·         El Altar es, también, la mesa de la Cena Pascual que el Señor quiere compartir con nosotros, como lo hizo con los apóstoles en el primer Jueves Santo.
3. La celebración anual de la Consagración de este Templo catedralicio, es también un regalo del Señor, porque, nos recuerda la dignidad sagrada de la morad de Dios con los hombres.
Ello nos invita a pensar en nuestros cuerpos, que, según S. Pablo, son templos del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Por eso, esta celebración, lejos de quedarse en una simple referencia a la edificación material de este bello lugar que nos acoge, nos llama a renovar ante Dios, unas actitudes que deben caracterizar nuestra vida:
a)      Recordar que nuestro cuerpo y nuestra alma fueron purificados por el sacramento del Bautismo, y consagrados especialmente por el sacramento de la Confirmación. Ello nos ha de recordar el deber de agradecer al Señor todo el bien que nos ha hecho:
-        nos ha perdonado el pecado original,
-        nos ha hecho hijos adoptivos suyos,
-        nos ha constituido en piedras vivas del edificio o templo espiritual que es la Iglesia. Por ello somos miembros suyos, con un lugar y un ministerio propio en ella. La iglesia, de la que formamos parte es, a la vez, madre nuestra,
-        nos ha encomendado la misión de ser su voz en los ambientes del mundo en que nos movemos habitualmente.
b)      Esta celebración litúrgica de acción de gracias por el templo material que nos cobija, y por haber sido hechos templos vivos del Espíritu Santo, nos recuerda, también,
-        que, así como desde el interior del templo material, se elevan a Dios constantemente alabanzas, acción de gracias y súplicas confiadas en su bondad y misericordia, así también, desde nuestro corazón han de elevarse nuestras oracional al Padre por Jesucristo nuestro maestro y pontífice, y alentados por el Espíritu Santo que nos da vida.
c)      Esta celebración nos hace pensar que, así como nos enorgullece ir aumentando la belleza del templo mediante la limpieza y restauración de sus muros y sus enseres, y mediante la incorporación de nuevos y bellos elementos, así también debemos procurar ennoblecer y embellecer nuestra alma con la limpieza que nos ofrece el sacramento de la penitencia, y con la incorporación de las virtudes cristianas.
4. San Pablo nos dice en la segunda lectura: “Sois edificio de Dios”. Por tanto, somos propiedad suya. Y así como el templo consagrado no debe utilizarse para otras actividades distintas de las pertinentes al culto sagrado, así también, nosotros debemos ocuparnos solamente y siempre en la alabanza a Dios y en el ofrecimiento de lo que de Él hemos recibido: nuestra vida, nuestro trabajo, nuestros sacrificios, el dolor de las pruebas que estamos llamados a sufrir como las sufrió Jesucristo durante su vida terrena.
5. La palabra de Dios nos enseña hoy que Dios vela con celo paternal por nosotros, por nuestra integridad espiritual, por el respeto ajeno que merecemos por ser imagen y semejanza suya. Y san Pablo, a este respecto, nos dice: “si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo” (1Cor 3, 17). Y añade: “ese templo sois vosotros”.
Buen aviso éste para que entendamos que nadie tenemos la autoridad última sobre nosotros. Venimos de Dios que nos ha creado. Somos de Dios que nos ha redimido. Y caminamos hacia Dios que nos ha preparado un lugar junto a Él en los cielos.
Somos de Dios, estamos vinculados a Dios por el amor que nos tiene, y hemos sido llamados a proclamar, como la Virgen María, la grandeza del Señor.
6. Es importante considerar la seriedad y la fuerza que Jesucristo puso en la defensa del templo de Jerusalén que no era más que una figura del templo cristiano y de nuestras almas. Lo hemos escuchado en el santo evangelio.
Esto nos debe hacer pensar en la protección que el Señor ejerce sobre nosotros; y ha de movernos a darle gracias incesantes por ello. Mucho más ha hecho por nosotros.
Pero nos debe hacer pensar, también, en la responsabilidad que tenemos de no malgastar ni malutilizar nuestro cuerpo y nuestra alma, porque son morad de Dios en el Espíritu Santo.
7. Unámonos en la acción de gracias a Dios por los dones que de Él recibimos constantemente y pidámosle su gracia para ser fieles al inmenso regalo que nos ha hecho convirtiéndonos en templos vivos suyos.

QUE ASÍ SEA

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