-Queridos hermanos sacerdotes
concelebrantes,
-Queridos responsables y miembros de
Acción Católica general,
-Queridos dirigentes y miembros de
los movimientos apostólicos que os habéis unido a
esta celebración como signo de
fraternidad y de Comunidad diocesana,
-Queridos hermanos todos, miembros de
la Vida Consagrada y demás seglares que
nos acompañáis:
Nos hemos reunido en torno al Altar
del Señor para darle gracias. Eso es lo que significa la palabra griega
“Eucaristía”, tan familiar ya para nosotros.
Queremos dar gracias al Señor por
muchos motivos:
-Porque ha querido potenciar y
modernizar el movimiento de Acción Católica General, y nos ha dado la
oportunidad de promoverlo es nuestra Archidiócesis.
Cuando el Señor nos concede ese don,
es por dos razones fundamentalmente:
1.-
Porque lo considera un enriquecimiento para nuestra Iglesia diocesana.
Ello nos compromete con el deber de
promocionarlo y expandirlo. Los que hemos sido llamados a hacer presente
en nuestra sociedad un carisma en orden
a la Evangelización, no podemos ser remisos, sino ágiles y eficientes.
Somos enviados por Dios para una
tarea concreta. No nos entretengamos contemplando las dificultades. Por el
contrario, tomemos conciencia de que Dios no pide nada a nadie por encima de
sus fuerzas, de las fuerzas que Él mismo le da para ello. Pidamos, pues, a Dios
que derrame sobre nosotros el Espíritu de sabiduría y de fortaleza para que
seamos capaces de hacer lo que Dios nos ha encomendado.
Ser miembro de A.C. no es un gesto de generosidad por nuestra parte, sino
un acto de obediencia y agradecimiento
al Señor que nos ha elegido y nos hqa enviado fiándose de nosotros.
2.-
Porque nos considera capaces de aprovechar la pertenencia a este
Movimiento apostólico para nuestra propia santificación; y porque nos considera
capaces de potenciar y enriquecer el movimiento para el que nos ha elegido.
Esto nada tiene que ver con orgullos
personales: nadie estamos llamados a ser los más significados en la Iglesia.
Somos cada uno un miembro del complejo y rico organismo vivo que es la Iglesia.
Como miembros de la Iglesia, Cuerpo
místico de Jesucristo, nuestro primer convencimiento ha de ser la preocupación
por ser como Dios quiere, y hacer lo que Dios de nosotros como movimiento
apostólico.
3.- Otro motivo por el que debemos
dar gracias a Dios, precisamente hoy, es
Porque al iniciar la andadura
apostólica en este Movimiento, nos ha dicho en el Evangelio que somos sal de la
tierra.
No nos ha dicho que debemos ser sal,
sino que ya lo somos. Llevamos en nosotros, desde el Bautismo y la Confirmación,
el sabor de Cristo. Se trata de que lo empleemos.
Emplear bien este sabor implica y nos
exige tomar conciencia de que estamos en manos de Dios y de que debemos tomar
conciencia, a la vez, de que en Dios somos, nos movemos y existimos, como dice
S. Pablo (cf, Hech. 17, 28). Y por tanto, que estamos llamados a estar cada vez
más unidos a Cristo para n o perder su sabor y seguir siendo sal del mundo.
Estor requiere todo un programa de espiritualidad que yo deseo ver en el
Movimiento de A.C. Este es un encargo
que se refiere, de un modo muy especial
a los Consiliarios y a los educadores.
4.- Finalmente debemos dar gracias a
Dios porque nos ha dado dos preciosas lecciones en la primera lectura.
Primera lección: Cuando
uno cree que no tiene recursos suficientes para
ayudar a nadie, porque ni siquiera tiene energías para sostenerse a sí
mismo --como dijo a Elías la viuda de
Sarepta— entonces para recuperar las energía, la ilusión, el optimismo, el
ánimo apostólico y la esperanza, ha de entregar lo poco que le queda. Es
entonces cuando la orza no se vacía y la alcuza de aceite no se agota.
Segunda lección: cuando
uno percibe que le faltan energías para seguir su camino, como le ocurrió al
Profeta, entonces debe ser humilde y pedir en el nombre del Señor. Esto quiere
decir que no ha de pedir solo aquello que uno piensa que necesita, sino que ha
de pedir lo que Dios quiere que tenga. Esto es lo que debemos hacer en la
oración y en la ayuda fraterna que todos necesitamos.
AL DAR GRACIAS A DIOS, hagamos un acto de fe confiando plenamente en que el Señor, que ha
comenzado en nosotros esta obra buena, él mismo la llevará a término.
Pidamos a la santísima Virgen María
que nos ayude en los omentos difíciles, ella que supo escuchar tan bien la
palabra de Dios y ponerla en práctica.
Y pidamos, también, a la joven santa
Eulalia de Mérida, que desde los primeros días de Junio es la patrona de la
Juventud de nuestra Archidiócesis que interceda por nosotros ante el Señor para
que seamos capaces de soportar las pruebas que nos lleguen, y que nos
entreguemos con valentía y con alegría a cumplir la voluntad de Dios
QUE ASÍ SEA.
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