29
de Marzo de 2014.
Queridos
Sacerdotes concelebrantes,
Queridos
profesores de Religión:
1.- Celebramos este Encuentro de
Profesores de Religión de nuestra Diócesis coincidiendo con las fechas en que
estamos presentando el tercer objetivo
del Plan Diocesano de Pastoral. Este objetivo, nos orienta hacia el apostolado misionero de la Iglesia, hacia
la evangelización de los alejados. Por
tanto coincide, providencialmente, con el objetivo preferencial que los últimos
Papas han propuesto a la Iglesia en todas las partes del mundo. A ello nos
convocaba el Papa Beato Juan Pablo II en
los últimos años de su pontificado, hablándonos de la Nueva Evangelización. En
ello insistía el Papa Benedicto XVI al convocar el Año de la Fe. Y el Papa
Francisco, en su Exhortación Apostólica “Evangelii Grudium” (el gozo del
Evangelio) nos lo propone como tarea primordial y como servicio de caridad en
esta sociedad y en esta cultura secularizada, que se desarrollan como si Dios
no existiera. Es un verdadero servicio de caridad ofrecer a los hermanos
alejados o increyentes la alegría del Evangelio. Jesucristo nos enseña el
sentido de cuanto acontece y nos acontece, y nos ayuda a vivirlo como
corresponde.
2.-
Los Profesores de Religión, en vuestra misma dedicación profesional, como
educadores cristianos que sois, estáis comprometidos en el desarrollo de una de
las dimensiones imprescindibles de la Evangelización, que es el conocimiento
doctrinal de Jesucristo y de la Iglesia; esto es: el conocimiento del mensaje
del Evangelio.
En el desarrollo de esta misión
educativa escolar que os compete debéis poner todo el interés personal para no
caer en la rutina. No puede manifestar la calidad del Evangelio como fuente de
libertad y de plenitud quien no sabe conectarlo con la vida de los alumnos; con esa vida que no se
reduce al simple comportamiento personal, sino que abarca todo el conjunto de
elementos que integran su entorno cultural y social y sus vivencias personales
más profundas según su edad y condición.
No podemos olvidar que los alumnos, en su desarrollo evolutivo se encuentran
con sorpresas, con oscuridades y con anhelos insaciables que les hacen sufrir
de un modo u otro. Vuestro servicio como Profesores de Religión debe ser
ofrecerles el horizonte del Evangelio de modo que, poco a poco vayan
encontrando la luz que les vaya
iluminando progresivamente en el camino de su vida. Debéis procurar que los
alumnos puedan sentir, de un modo u otro, lo que el Señor nos dice hoy a través
del Profeta Oseas: “En su aflicción
madrugarán para buscarme y dirán: ¡Ea, volvamos al Señor! (Os. 6, 1). No
olvidemos que todos los niños y jóvenes que acuden a la Clase de Religión, al
menos por las catequesis preparatorias de la Primera comunión, han conocido de
alguna forma al Señor, aunque quizá insuficientemente.
.
3.-
Para llevar a cabo esta delicada y compleja tarea, el buen profesor ha de
cuidar la debida preparación personal, tanto remota como próxima, que le permita
acercarse a los alumnos en su compleja realidad integral, por una parte. Y, por
otra, el Profesor de Religión ha de
poner su esfuerzo y constancia para adentrarse cada vez más en el contenido teológico de la doctrina de la
Iglesia. Es únicamente a través de la enseñanza de la Iglesia como podemos
llegar a conocer y a comunicar el mensaje evangélico de Jesucristo.
4.-
Pero el conocimiento de Jesucristo que el Profesor de Religión debe alcanzar y
comunicar no puede ser solamente teórico. Ha de estar bien afincado en cada uno
por la experiencia de Dios, por la experiencia de que, en verdad, Jesucristo,
con su Evangelio o Buena noticia de salvación, ilumina, fortalece y llena de
esperanza nuestra vida. Esto es lo que hemos pedido en la primera oración de la
Misa: “Te pedimos, Señor, vivir los sacramentos pascuales y sentir en
nosotros el gozo de su eficacia”
(Orac. Col.)
5.-
Cuando el cristiano se plantea el ejercicio de una profesión ha de tener
presente que, sean cuales sean las circunstancias que le han llevado a dedicarse
a ella, el origen de su trabajo está en la llamada de Dios, en la vocación, sea
para un tiempo, o sea para dedicarse
permanentemente. Si el profesor de Religión está convencido de ello, cambiará
radicalmente la visión de su trabajo. No
lo entenderá como un simple recurso para ganarse el sustento. Lo
entenderá como un acto de fidelidad y de servicio a Dios. Y entonces
comprenderá que su tarea no es algo que pueda realizar él por sí mismo, sino
que requiere la ayuda permanente del
Señor. Es entonces cuando se descubre que las clases no se preparan solo
metodológica y técnicamente, sino también religiosamente. Esto quiere decir que
en la vida del Profesor de Religión ha de contar necesariamente la oración y el
culto a Dios en el seno de la comunidad eclesial.
6.-
El Santo Evangelio nos habla hoy de la humildad y de la constancia como
disposiciones fundamentales para recurrir al Señor en la oración y en los sacramentos. No podemos
orar exigiendo al Señor, po0r méritos propios, que bendiga nuestro trabajo. En
todo caso le deberemos pedir con humildad que nos ayude a cumplir
debidamente la tarea que nos ha
encomendado, y a saber aprovechar su gracia en todo momento. Dice el Evangelio,
que el publicano, “que no se atrevía ni alzar los ojos al cielo”
(Lc. 18, 13) fue el que salió justificado del templo.
7.-
Queridos Profesores de Religión: sin ánimo ninguno de adulación, porque os
ofendería con ello, debo deciros que vuestra labor es necesaria en el proceso
evangelizador que es permanente en la Iglesia, y que ahora debemos acentuar con
especial interés y dedicación.
Dad
gracias a Dios porque ha confiado en vosotros como verdaderos ministros del
Evangelio. Y pedidle, por intercesión de la Santísima Virgen María, que os
mantenga abierta el alma para que la
penetre la luz del Señor. Y que fortalezca
vuestro corazón para que os mantengáis cumpliendo fielmente la misión que Dios
mismo os ha confiado a través de la Iglesia.
QUE
ASÍ SEA
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