HOMILÍA EN LA MISA DE ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS

Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes,

Queridos diáconos, que vais a recibir el sacramento del Orden en el grado de Presbíteros,
Queridos familiares, amigos y miembros de las comunidades cristianas con las que estos jóvenes Diáconos están relacionados por su origen o por el ejercicio de su ministerio como Diáconos,

Queridos hermanos y hermanas todos, miembros de la Vida Consagrada y seglares:

            1.- Esta solemne celebración es, por sí misma, una Acción de Gracias como corresponde a toda Eucaristía. Pero hoy tiene un sentido especial de gratitud al Señor porque, oyendo nuestra súplica, envía nuevos Obreros a la Mies que nos ha confiado como Archidiócesis de Mérida-Badajoz.

            Unidos como una sola Iglesia diocesana, elevemos interiormente un cántico de alabanza al Señorporque escucha nuestras súplicas. Ha derramado la gracia de la vocación sagrada sobre estos jóvenes que hoy culminan su preparación para la respuesta que el Señor esperaba de ellos y que ellos se deciden a darle con generosidad. Dios no deja de colmar con su gracia a quienes le invocan y a los que procuran ser fieles a su plan de salvación sobre los hombres.

            Como Pastor diocesano elevo personalmente un himno de gratitud a Jesucristo, cabeza de la Iglesia, porque, según consta en la oración propia de la Ordenación presbiteral, me concede nuevos colaboradores para el ejercicio del ministerio episcopal.

            Cada Comunidad parroquial, en la que han surgido estas vocaciones sacerdotales, debe unirse en una plegaria de bendición al Señor. En verdad, esas Parroquias han sido distinguidas como seno y cuna de un sacerdote. Han sido un medio, bendecido por el Señor, como espacio donde ha crecido la semilla de la vocación sacerdotal. Desde ellas Dios ha llamado a estos jóvenes a celebrar el Sacrificio y Sacramento de la Eucaristía y los demás sacramentos, convocando y orientando a los fieles con la predicación de la palabra de Dios.

            2.- Queridos Diáconos, que vais a recibir el don del presbiterado: tomando las palabras de S. Pablo a los Efesios, que acabamos de escuchar, quiero deciros con amor de hermano y con plena disposición para ayudaros en vuestro deber y ministerio,“que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados” (Ef. 4, 1).

            Vuestra exquisita fidelidad a Jesucristo es y debe seguir siendo la mayor colaboración con que debéis corresponder a la generosidad divina, puesto que el Señor os ha distinguido eligiéndoos para ser ministros suyos. Por el ministerio sacerdotal, que ejerceréis en el Nombre de Jesucristo, llegará la redención a los hombres y mujeres que el Señor os vaya encomendando, por mediación de la Iglesia, en el transcurso de los años.

            3.- La Ordenación Sacerdotal es la más destacada convocatoria de Dios a vuestra santificación.Por lo mismo, el don de vuestra pertenencia al Orden de los Presbíteros os compromete muy seriamente a cuidar vuestra espiritualidad cristiana.

Vais a ser enviados para anunciar la obra de salvación de Jesucristo, en un mundo que, como decía el Papa Pablo VI, necesita más testigos que maestros. La mayor y mejor lección, que podáis ofrecer a los hombres y mujeres que se os encomienden, ha de utilizar el lenguaje de los hechos, del testimonio de vida, del ejemplo de vuestra íntima vinculación a Jesucristo.

            Vais a encontrar serias dificultades en el ejercicio de la evangelización porque,incluso entre los cristianos, abunda una fe acomodaticia a las circunstancias e interesespersonales de diverso orden. Con frecuencia se cede a las circunstancias que van condicionando los criterios y los comportamientos individuales y sociales, no precisamente por el camino del Evangelio. El diablo se hará presente en el curso de vuestro ministerio invitándoos engañosamente a confundir el miedo a las dificultades y al posible fracaso, con la mal entendida y llamada prudencia ministerial. Ante este peligro tan sutil, traicionero y paralizante, Jesucristo manifestó que es necesario recurrir a la oración y el ayuno (cf. Mc. 9, 28). En la intimidad con el Señor encontraréis el ardor y los bríos que impulsarán vuestro celo sacerdotal hacia el ejercicio incansable de la caridad pastoral.

            4.- El primer principio de vuestra acción ministerial debe ser, como nos enseña el Señor, dar la vida por la ovejas (cf. 10, 11). Dar la vida es un gesto permanente que debemos interpretar y realizar como lo hizo Jesucristo. Él entregó su vida por las ovejas entregándola al Padre como el sacrificio personal propio del Hijo obediente por amor al Padre. La obediencia a la voluntad de Dios, que no puedecumplirse sin cultivar el amor a Dios que nos llama ynos envía, se ha de fraguar en el mismo ejercicio del ministerio. En él tenemos el ámbito y el recurso principal de nuestra santificación.

Escuchar y leer la palabra de Dios, como lectio divina, con espíritu religioso, con esforzada atención, meditando su contenido, y dispuestos a seguir sus divinas indicaciones, ha de ser la base de la oración del sacerdote; y ésta debe preceder y seguir a la celebración de los sagrados Misterios. No se puede ser auténtico ministro de Jesucristo sin imitar su forma de proceder. La Santa Madre Iglesia nos brinda un precioso apoyo para que cultivemos y mantengamos la meditación de la palabra de Dios, ofreciéndonos la práctica de la Liturgia de las Horas. En ella deben trabarse las múltiples ocupaciones de cada día, convirtiéndose, por fuerza de la oración, en ofrenda generosa y cuidada al Padre.

            5.- Vais a ser Ordenados como Presbíteros en vísperas de la jornada que el Papa Benedicto XVI ha establecido para orar por la santificación de los sacerdotes. Uniendo nuestro deber de procurar nuestra santificación, con el ministerio pastoral que nos urge a procurar la santificación del prójimo, el Santo Padre nos llama a la plegaria por los Sacerdotesmirando el precioso signo del amor infinito de Dios que nos ofrece la fiesta del Corazón de Jesús. Esa Jornada tendrá lugar este año en el día primero de Julio. Desde esta celebración eminentemente sacerdotal, os invito encarecidamente, junto a vuestros hermanos mayores en el presbiterado de esta Archidiócesis, a orar y celebrar la sagrada Eucaristía en ese día como acción de gracias al Señor y como jornada de intensa oración. Debemos unirnos todos los sacerdotes y los respectivos feligreses, pidiendo a Dios para los sacerdotes un auténtico espíritu de obediencia al Padre, una cuidada intimidad con Jesucristo en cuyo Nombre debemos ejercer el ministerio, y un decidido aprovechamiento de los dones del Espíritu Santo que ha de guiar todos nuestros pasos. La medida de nuestra espiritualidad nos dará la medida de nuestro celo pastoral cuyo fundamento y estímulo ha de ser la caridad pastoral; esto es: el verdadero amor a las ovejas del Señor que él pone a nuestro cuidado.

            En esa jornada de oración por los sacerdotes, deberemos unir nuestra acción de gracias por los sesenta años de sacerdocio ministerial que cumple el Papa Benedicto XVI. Por ese motivo se ha invitado a toda la Iglesia a que ofrezca sesenta horas de oración ante el Santísimo Sacramento teniendo como intención la gratitud por la efemérides del Papa, por la santificación de los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales que tanto necesita la Iglesia en nuestro tiempo.

            6.- Solo cuando se vive el amor a Dios, brota en el propio corazón el amor pastoral a quienes Dios ama. Solo entonces, el amor que les debemos como sacerdotes nos hace volver la mirada hacia esas ovejas que todavía no son del redil del Señor. Solo entonces podemos sentir el impulso quenos lleve a buscarles para que entren por la puerta del redil que es Jesucristo. Solo entonces seremos ministros auténticos de la Iglesia misionera. Solo entonces dejaremos de refugiarnos en lo que nos viene dado, y de poner condiciones a nuestra entrega. Solo entonces seremos auténticos ministros de Jesucristo, capaces de dar la vida por las ovejas.

            No somos pastores asalariados sino pastores segúnel corazón de Dios. Por tanto, imitando a Jesucristo hasta dar la vida por la causa de la evangelización, debemosasumir nuestra responsabilidad con el mismo empeño que nos recuerda S. Pablo diciendo: “No descansaré hasta que vea impresa en vosotros la imagende Cristo y Cristo crucificado.

            7.- Elevemos la mirada del espíritu creyente a María Santísima, que Jesucristo nos entregó como Madre en la persona de S. JuanApóstol, y pongámonos una vez más en sus manos invocando su protección y su intercesión para ser, como ella, fieles cumplidores de la palabra de Dios.

            QUE ASÍ SEA

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