HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DEL VIERNES SANTO 2013

Mis queridos hermanos Sacerdotes y Diáconos,

Queridos miembros de la Vida Consagrada,
queridos seminaristas y seglares todos:

1.- En la liturgia del Jueves Santo celebrábamos ayer la enseñanza que, sobre el amor fraterno, daba Jesucristo con sus palabras y con su ejemplo.

Como  la gracia más importante con que el Señor muestra su amor a la humanidad pecadora es la redención, el perdón de los pecados,  Jesucristo nos dio en las últimas Cenas un signo de su amor mediante la purificación corporal: lavó los pies a sus discípulos.

Como el pecado había roto el acceso del hombre a Dios, Jesucristo explicó a sus discípulos el gesto externo del lavatorio de los pies, dándoles a entender que la purificación interior es imprescindible para mantener  la relación con  Dios. Por eso dice a S. Pedro, que se manifestaba reacio a dejarse lavar los pies nada menos que  por su Maestro y Señor:  Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo” (Jn. 13, 8).

2.- Hoy, en la Liturgia que nos congrega, celebramos el gesto  definitivo  en el que Dios nos da a entender hasta donde llega su amor incondicional a los hombres. Nuestra atención y nuestra plegaria se centran en la muerte sacrificial de Jesucristo. En  ella se demuestra fehacientemente la verdad de las palabras de S. Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16).

3.- La cruz de Jesucristo, convertida en altar para el sacrificio propiciatorio elevado al Padre como ofrenda de suave olor, es, al mismos tiempo, el patíbulo del pecado y de la muerte. Por eso S. Pablo, contemplando la victoria del amor de Dios manifestado en Jesucristo, exclama: “La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” (1 Cor. 15, 55). La piedad popular, expresión de la fe sencilla de los cristianos, canta en un antiquísimo himno a la Cruz: “¡Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!...Al Dios de los designios de la historia, que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza; al que en Cruz devuelve la esperanza de toda salvación, honor y gloria” (Himno Viernes Santo).

4.- El pueblo  creyente elevará hoy una sentida oración por todos sin excepción, entendiendo, como nos ha recordado el Papa Francisco, que todos, creyentes o no, somos hijos de Dios, y todos merecen una sincera oración para que el Señor conceda a cada uno la gracia que necesita. Así daremos testimonio de que hemos aprendido la lección de amor que nos ha dado Jesucristo.

4. 1.- En primer lugar elevaremos nuestra súplica por la Iglesia, por el Papa y por todos los ministros sagrados, para que ejerzan su ministerio con acierto y procuren que los fieles cristianos y quienes se preparan a serlo perseveren siempre en la fe y en el bien obrar.

 4. 2.- Así mismo  oraremos por la unidad de los cristianos, secundando la plegaria de Jesucristo después de la última Cena: ”para que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn. 17, 21). Es oportuno recordar, a la luz de las palabras de Jesucristo, que la unidad de los cristianos es obra de Dios, que nosotros debemos procurar con todas nuestras fuerzas mediante la propia conversión y la docilidad a los planes del Señor.

4. 3.- Oraremos también por los Judíos, que nos han precedido en la fe de Abrahán, de Isaac y de Jacob, pero que todavía no han reconocido en Jesucristo al Mesías redentor. Pediremos a Dios que ayude al pueblo de la primera Alianza para que alcance la plenitud y la redención.

4. 4.- Nuestra oración se elevará también al Cielo para que los no creyentes en Dios y en Jesucristo lleguen a reconocerle como Dios y Padre de todos los hombres, y así gocen de su amor infinito.

4. 5.- Finalmente oraremos por los gobernantes, para que logren la libertad, la justicia, la paz y la prosperidad en todos los pueblos.

4. 5.- La sucesión de nuestras plegarias recordará también a los que sufren, a los atribulados por cualquier motivo, para que sientan en sus adversidades la ayuda de la misericordia divina.

Con estas preces cultivaremos y manifestaremos a Dios que deseamos vivir el amor de Jesucristo a todos los hombres sin  distinción de raza, pueblo, o religión; y que le pedimos la gracia de ser apóstoles de su Evangelio para todos los hombres y allá donde nos encontremos.

5.- El Viernes Santo es el día en que Jesucristo murió cruelmente porque muchos de sus contemporáneos no entendieron el lenguaje de su amor. Por eso, este día debe ser, para todos los cristianos la gran lección de que el amor siempre vence, aunque sean duras la pruebas que haya que superar para vivirlo con autenticidad y constancia.

Nuestra petición al Señor será hoy la gracia de entender el misterio del amor y de la misericordia de Dios, y de ser capaces de incorporarlos en nuestra vida.

6.- La santísima Virgen María, que vivió directamente la muerte de Jesucristo por amor al mundo, y que, con la espada que atravesó su corazón, participó del dolor de la fidelidad al Señor, nos alcance la gracia de entregarnos generosamente al servicio de Dios y de los hermanos.

QUE ASÍ SEA

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